Es 27 de septiembre de 2024, y el FC Lorient recibe en casa al AC Ajaccio para jugar un partido amistoso. Un encuentro considerado de riesgo por la rivalidad y la presencia de un importante grupo de ultras. Pero, a pesar de las medidas de seguridad, la situación degenera y acaba en violentos enfrentamientos callejeros. Varias personas son detenidas, entre ellas el líder de Merlus Ultras de Lorient, quien era citado a declarar ante el juez este pasado vierne por los altercados.
A pesar de la decreciente popularidad de los ultras en los estadios franceses, siguen estando muy presentes y su violencia ha ido evolucionando con los años, migrando de los estadios al exterior, e incluso politizándose cada vez más. Al no producirse dentro de las instalaciones deportivas, los clubs se desentienden de la problemática, dejándola en manos de la prefectura de los departamentos. “A medida que las medidas de la policía y las autoridades se refuerzan, es más difícil para los radicales llevar a cabo actos violentos dentro de los estadios. Se alejan, y actúan en los exteriores, convirtiéndose en profesionales de la violencia”, explica Nicolas Hourcade, sociólogo especializado en el tema.
Francia no cuenta con una legislación clara respecto a este tipo de grupos violentos, pero sí que el debate sobre si estas organizaciones deben o no entrar en los estadios crece con los años. Los prefectos son los encargados de valorar el nivel de riesgo de los partidos y prohibir, o no, los desplazamientos de los aficionados. Por ejemplo: los aficionados del Lyon y los del PSG, por lo general, tienen prohibidos los desplazamientos a los lugares donde se celebran los partidos, para evitar así situaciones violentas.
La muerte de Yann Lorence
En la década de 2000, la violencia de los grupos ultras alcanzó niveles incontrolables hasta producirse la muerte de Yann Lorence, un hincha del PSG, en marzo de 2010. Su muerte, tras una pelea entre ultras, fue un punto de inflexión entre aficionados y autoridades. Como resultado, la directiva del PSG y el gobierno francés pusieron en marcha el “Plan Leproux”, para erradicar la influencia de los ultras más violentos en las gradas del Parc des Princes, el mítico estadio del Paris Saint Germain.
Un plan que cambió drásticamente el ambiente del estadio, mucho más apagado, sin una fuerte identidad, y sin una hinchada ruidosa que animase los partidos. Para las autoridades este plan fue todo un éxito, puesto que se redujo la violencia considerablemente durante unos años, pero para los aficionados supuso un retroceso en lo que al espectáculo del fútbol se refiere. De ahí que, en 2016, el PSG, junto con la bendición de las autoridades, empezó a permitir el regreso gradual de los ultras al estadio, siempre bajo importantes medidas de seguridad y con unas estrictas reglas.
La prohibición y su posterior vuelta parecía que había servido a los ultras como lección, pero aquello no duró mucho. Nuevas formaciones, como los radicales ‘Indians’ han vuelto a los estadios con más violencia, dejando imágenes como las de 2021 durante el partido del PSG contra el Olympique de Lyon durante la Copa de Francia. El partido tuvo que suspenderse varios minutos por los enfrentamientos entre hinchas. Tras aquello, el Lyon fue eliminado de la competición por la decisión de la federación francesa de declarar el partido nulo y de sancionar a los clubs implicados.
Miles de euros destinados a la seguridad durante los partidos de alto riesgo y una imagen del deporte mermada por la violencia callejera, pero aun así los clubs y las autoridades mantienen unas medidas que saben que no son suficientes para parar la violencia ligada al fútbol. Francia no quiere sacrificar el (dudoso) espectáculo que ofrecen estos grupos a cambio de unos estadios seguros.