“¿Me lo cambias? ¿Lo tienes? Te doy a Calvo y me das a Arana, que me falta”. No es el patio de un colegio, sino la plaza de Pedro Miñor una hora antes del Oviedo-Huesca. El debate sobre la alineación de Calleja o los peligros del rival se vio ayer orillado por el intercambio de cromos de Segunda División, la moda que arrasa entre pequeños y mayores, entre chicos y chicas, entre sportinguistas y oviedistas como la veigueña Fátima Fernández, dichosa porque su álbum avanza a buen ritmo (“¡Del Oviedo solo me falta Calvo!”) dado que en el kiosko que frecuenta, en Castropol, no se agotan unos sobres que, sin embaego, escasean en los núcleos urbanos del Principado.
Para una treintañera como Fernández pegar coleccionar los cromos de su equipo le sabe a placer de aristócrata, de equipo de Primera División. “Es la ilusión frustrada de los oviedistas de mi generación”, confiesa, tan afortunada que tiene la carta premium de Cazorla repetida. Se la puede cambiar a Jaime García, de 21 años, que suspira por los cromos del de Lugo de Llanera y el de Hassan. Mientras, Pablo Gutiérrez y Fabián Rodríguez, de la quinta de García, pegan cromos en su álbum con el cuidado del cirujano que opera a corazón abierto. “Pero no encontramos más sobres por ninguna parte”, lamentan.
Que no cunda el pánico: el lunes llegarán más cromos. Palabra de Lluís Torrent, director general de Panini España. Sirva la promesa de suministros de Torrent en conversación con LA NUEVA ESPAÑA para tranquilizar el ansia de la media Asturias que busca aquí y allá, oye, que me han dicho que en este kiosko hay, pues va a ser que no, probemos en este otro, un sobre, solo un sobrecito más, con el que ir completando el álbum de Segunda División que Panini edita por primera vez desde que lo hiciese Ediciones Este allá por 1994, antes de ser absorbida por la propia marca italiana.
“No esperábamos tener un éxito tan bestia”, confiesa Torrent, que vincula la fiebre por la colección de la categoría de plata con el potencial demográfico y el cariz histórico que arrastran muchos clubes de la que es, probablemente, la Segunda más mediática de la historia. “Antes de lanzar el álbum, hicimos un análisis y observamos que dieciocho de los veintidós equipos de la competición habían estado alguna vez en Primera y que, además, hay ciudades con un nivel de población importante como Santander, Almería, Cádiz, Granada, Zaragoza o La Coruña. Había mucha leña para echarle al fuego”, explica el catalán, que adelanta que, por el momento, no se lanzarán cartas especiales de los futbolistas de Segunda, conocidas como “Adrenalyn”, aunque la próxima temporada, anuncia Torrent, continuará editándose “casi con total seguridad” un álbum de cromos a cuya popularización contribuye su carácter novedoso, algo que también ocurrió con el lanzamiento de la colección de la liga femenina.
—¿Recuerda un boom similar?
—Esto ocurre. No muy a menudo, pero ocurre. Hace años sacamos una colección de Disney de Los Rescatadores y no vendimos nada. La siguiente fue de La Bella y la Bestia y fue un bombazo, vendimos millones y millones de sobres. ¿Por qué? Es difícil saberlo.
Puede resultar chocante que una práctica como la del coleccionismo de cromos, que remite a épocas analógicas, prolifere en los tiempos de TikTok y YouTube. Sin embargo, apunta Torrent con deje irónico, los álbumes resisten con vigor los avances tecnológicos, “a pesar de las predicciones de algunos sabios”.
Si los álbumes de cromos conservan su popularidad es, en buena medida, porque apelan a un público intergeneracional. Vertebran. Hacen familia. “No es sólo una cosa del niño. También es aficionado el hermano mayor, el padre, el abuelo… y cada vez más mujeres”, puntualiza Torrent, que observa que Asturias es donde más fuerte está pegando la colección de la “Hipertensiones”.
Pueden dar fe de ello kioskeros como Benjamín García, del ovetense Kiosko Lago, al que las dos remesas de cromos que le han llegado se las han quitado de las manos en un puñado de horas. Igual que a Aída Alonso, de la Librería San Francisco, que confirma que compran más padres que niños y que se está vendiendo mucho más el álbum de Segunda que el de Primera. La avidez por conseguir cromos le ha llevado a tener que racionar su venta, como si se tratase de un bien de primera necesidad en un país en guerra. “Si tengo cinco cajas, tengo que vender tres por la mañana y dejar por lo menos dos para por la tarde, para que puedan comprar los niños, que por la mañana están en el colegio”. El primer día, dice, hubo gente que se gastó cien euros en cromos. En una época de vacas flacas para negocios como los kioskos, afectados por el declive de la venta de diarios y revistas, la colección de Segunda ha supuesto un importante revulsivo. Aunque el margen de beneficio, lamenta Alonso, es escaso: “Una caja de cincuenta sobres nos cuesta treinta y tres euros y la vendemos por cincuenta”.
“Chicos, no trajeron los cromos. Hasta el lunes por lo menos no mandan. Posdata: no se reservan cromos”. Bea Fernández, del Kiosko Colores, también en Oviedo, ha colocado un anuncio con esta leyenda a la entrada de su negocio ante el constante peregrinar de coleccionistas. “La distribuidora que nos trae los cromos es la misma que reparte en Galicia y en Cantabria, y nos dicen que no dan abasto”, cuenta Bea, que constata que el grueso de clientes son de edad adulta.
“Tengo lista de espera. No tenía tantos pedidos desde el Hola con las fotos de la boda de Belén Esteban”. En el Kiosko Belu, en la gijonesa calle de Hermanos Felgueroso, los cromos de Segunda División llevan días agotados. “Llevo quince días prácticamente sin ellos. Esta colección está funcionando mejor que la de Primera. Hacía años que no se veía algo así”, afirma Natalia Menéndez, quien desde el otro lado del mostrador posa con dos ejemplares del álbum, cuando una clienta accede al comercio con el objetivo de hacerse directamente con uno de ellos. No deja dudas el poder de atracción de los jugadores de la categoría de plata. Entre niños y no tan niños. Al contrario de los que muchos pueden pensar, Natalia también señala que los más interesados en completar la colección son, en su mayoría, adultos.
“La media de edad de quienes coleccionan es de unos 40 años”, comenta Nuria Fernández, quien regenta el Kiosko Balbín, que toma el nombre de la calle del popular barrio gijonés de Ceares, donde se ubica. Ella fue de las previsoras. “Vendo muchos cromos, de siempre, y antes de que salieran a la venta, el 18 de noviembre, ya pedí varias cajas”, continúa en referencia a los cromos. Lleva ocho cajas vendidas (cada una tiene 50 sobres y en cada sobre van 8 cromos). Es decir, 3.200 cromos. Y los que quedan. Nuria es de las que tiene sobres todavía disponibles, aunque no son muchos.
“Tener dos equipos en Segunda en una comunidad como la nuestra ayuda”, apunta Emilio Andrés Morán, “Colombo” para los amigos. A sus 70 años, lleva “juntando cromos desde guaje”. En su residencia en el barrio gijonés de Contrueces conserva joyas como “un álbum del Mundial 74 de Alemania” y, por supuesto, el último de Panini dedicado a Sporting y Oviedo. “Tengo dos álbumes. Uno completo, aunque no me dio tiempo a pegar los cromos, y otro en el que solo me faltan 24. Tengo dos por ir aprovechándolo todo”, afirma. Su caso es el de casi un profesional de la materia, o como él dice, “un veteranu en esto”. “Compré dos cajas de cromos cuando salió. Tengo un amigo que se dedica a cambiarlos por internet y entre eso y otra caja que compré, he llegado a juntar todos los que te dije. Me gustan todo tipo de coleccionables, aunque a la familia no tanto. Llegué a reunir hasta 3.000 soldados de plomo”, detalla. Natural de Figaredo, donde empezó con una afición que le llevó a contar coleccionables hasta del famoso comic de “Jabato y Capitán Trueno”, ha tenido que ir vendiendo a amigos o conocidos ejemplares porque “ya no tenía sitio para guardarlo todo”. Todos los cuida con esmero, asegura, como estos últimos dedicados a Segunda. “Tengo por ahí más de otros años, también de temporadas del equipo en Segunda. Esto no es nuevo de ahora”, dice antes de despedirse.
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