Nació en un templo budista, llegó a hacer de galán en la película “Amor en el Pacífico” y fue uno de los impulsores del judo en España desde el gimnasio Takeda de Oviedo, un centro por el que han pasado generaciones enteras de deportistas. A grandes rasgos, ese es Shu Taira, el maestro oriental “con alma de carbayón” que acaba de ser nombrado hijo adoptivo de la ciudad por su aportación a Oviedo y sus valores como persona. “Claro ho, para mí es un orgullo muy grande”, explica Taira mezclando una expresión muy asturiana con un peculiar acento que nunca le abandonó a pesar de que lleva más de medio siglo asentado en España.
Shu Taira nació el 22 de julio de 1942 en Asahikawa, una isla del norte de Japón. Su padre, Tsuson Taira, era sacerdote en un templo budista levantado en el siglo XIV y Shu vivía allí junto a su madre y sus siete hermanos. “Además de ser sacerdote, mi padre era concejal y practicaba judo. A mí no me gustaba nada el deporte, pero como era más travieso que el demonio me obligó a practicarlo para ver si era capaz de disciplinarme un poco”, señala con una sonrisa. “No me gustaba porque iba con gente que era mayor que yo y me daban unas tundas tremendas. Mi padre era muy estricto y no se andaba con contemplaciones”, añade Taira, que fue Asturiano del Mes de LA NUEVA ESPAÑA en noviembre del 2021.
En realidad, la verdadera pasión de Shu Taira era la interpretación, “el arte dramático”, concretamente el teatro. Empezó muy joven a hacer sus pinitos sobre las tablas, pero a los 18 años dio el paso definitivo. “Me fui a Tokio a estudiar Económicas con una beca de judo y allí entré en la compañía de teatro Mingei. Tuve que pasar una prueba a la que se presentaron casi 5.000 personas, pero me eligieron”, recuerda orgulloso. Shu Taira tenía una buena planta, era un chico guapo y destacaba como actor, así que le dieron unos cuantos papeles en obras importantes y llegó a actuar en el cine y la televisión. “En la película ‘Amor en el pacífico’ hacía de un samurai que se enamoraba de una chica”, recuerda. “Pero a mi lo que siempre me gustó de verdad fue el teatro”, añade.
Por eso tomó la decisión de visitar Europa. Quería aprender en el París de Jean-Paul Sartre, su referencia, saber “cómo hablaban, como caminaban y que gestos hacían” los personajes que él interpretaba en un Japón sin internet en lo que todo lo occidental era totalmente desconocido. Desde el puerto de Yokohama se fue a Moscú, y de ahí a la capital francesa con cuatro yenes y un judogui en la mochila. “Me compré una Vespino y fui desde París hasta Lausana (Suiza) y después hasta Madrid. Cada vez que se me estropeaba me hacía con otra”, asegura. “En Madrid estaba mi amigo Matsurao Takeda que estaba fundando el gimnasio en Oviedo. Me dijo que me viniese a dar algunas clases para hacer algo de dinero y poder volver a Japón y acepté el desafío”, señala.
Pero se enamoró de Oviedo. O más bien, se enamoró en Oviedo. “Estaba en una pensión en la calle Milicias Nacionales y la vi desde la terraza en La Mallorquina. Era preciosa, así que bajé con un diccionario de español y, como pude, la invité a tomar un café: ‘señolita, señolita, café, café’”, recuerda con gracia. Shu Taira se refiere a Ángela Alonso, una madrileña que estudiaba Derecho en Oviedo y con la que compartió su vida hasta que falleció, hace ahora dos años. “Nos casamos a los dos meses. Su padre era militar, así que no hay más que imaginarse la papeleta cuando se lo dijo. Para él un japonés era como un alienígena”.
Shu Taira y su mujer se fueron a Japón en un principio, pero ella no se acostumbraba a la vida en el país nipón y regresaron a Oviedo para que ella acabase Derecho. Él dejó su carrera como actor por amor y se dedicó plenamente al judo. Shu Taira es cinturón rojo, noveno dan, fue seleccionador del equipo español preolímpico, entrenador de la selección española junior, árbitro nacional, autor de infinidad de libros, maestro en los colegios ovetenses… Shu Taira es una leyenda viva del judo en España. Sus dos hijos, Joko Eva y Jim Javier, son ovetenses. n
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