“El gladiador de tierra batida, anuncia su retirada”, titulaba Le Monde, mientras que el periódico deportivo francés, L’Équipe, ampliaba: “Un punto y final en suspense, que amenazaba desde hacía tiempo”. Desde siempre, Francia ha tenido una relación de amor-odio con Rafa Nadal, y como casi todas las historias, cuando se acaban dejan una cierta nostalgia.
“Es triste, se acaba una página de la historia del tenis, pero ya tiene un heredero; Carlos ‘Alcaras'”, decía entre risas François, vecino del distrito 17 de París: “Como ves, aún tengo que aprender a decir bien su apellido”. La relación entre Rafa Nadal y Francia ha sido fluctuante. Durante años, el país galo ha podido disfrutar de su juego en las históricas pistas de Roland Garros, donde con tan solo 19 años, el español conquistó por primera vez el torneo, y se ganó el título del “rey de la arcilla” entre la prensa francesa.
Su elegancia, su deportividad y su exigencia enamoró y puso en pie en más de una ocasión al público francés. Ganarse el elogio de Francia siendo extranjero tiene doble mérito, aunque ese amor no duró mucho. Seis años después de su debut, la prensa francesa empezó a dudar de su talento. “Los aficionados al tenis en Francia adoran a Rafael Nadal. Es un rompecorazones. Aunque también para los aficionados del deporte hay sospechas en torno a Nadal. En relación al forfait en el año en que la Agencia Mundial Antidopaje se presentó en Roland Garros”, explicaba Arnaud Mattéoli, periodista de FranceTV Sport.
Sus éxitos no fueron suficientes, y en 2011 empezaron a surgir las primeras críticas en Francia. Algunos periodistas pusieron en duda el alto rendimiento físico del español, insinuando un posible caso de dopaje. A esos detractores se sumó el extenista francés, Yannick Noah, quien en una columna afirmó que Nadal tenía “un secreto mágico” para mejorar su rendimiento. Las insinuaciones no se detuvieron ahí, y fueron más allá. En 2013, la que por aquel momento era ministra de Deportes en Francia, Roselyne Bachelot, afirmó durante una entrevista, que el tenista estaba “seguramente dopado”. “La famosa lesión de Rafael Nadal, que le obligó a suspender la competición durante siete meses (entre 2012-2013), se debe sin duda a un control positivo de dopaje”.
“Es un tema de honor”
Estas afirmaciones acabaron con la paciencia de Rafa Nadal y su equipo, e interpusieron una demanda contra la ministra. En 2017, la justicia francesa le dio la razón, y el Tribunal correccional de París condenó a la ministra por “difamación y daño moral” a pagar una multa de 100.000 euros al tenista. Dinero que el jugador donó a obras sociales de Francia: “Lo de la ex ministra Bachelot no es un tema de dinero sino de honor”, afirmó.
Rafa Nadal no sólo calló bocas en los tribunales, también siguió haciéndolo durante los siguientes años en las pistas de Roland Garros, sumando unas cuantas victorias más y consolidando su nombre en la historia del torneo. “Es un monumento del tenis y un hombre extraordinario”, afirmó este jueves el tenista, Arnaud Clément, el único francés que venció a Rafa, y que recuerda ese partido como “uno de los mejores” de su carrera.
“La leyenda de Rafael Nadal está muy ligada a Roland Garros y a Francia. Ahora que se ha retirado, creo que todo el mundo le hace reverencias. Todo aquel que viva en Francia y le guste el deporte es difícil encontrar una crítica hacia él. Los puntos de fricción que pudo haber en su día, como no hablar francés o los rumores de dopaje, ya han desaparecido y se le rinde homenaje como se debe”, explica el periodista de Radio Francia Internacional y colaborador en Onda Cero deportes, Manu Terradillos.
Este jueves, “el último de los gigantes”, como escribía Le Figaro, anuncia su retirada. Lo hacía en un día de intensa lluvia en París, como si el cielo de la capital supiera que estamos ante el fin de una era en el tenis. Aun así la tormenta no ha evitado que en las terrazas de la ciudad se hable de lo que ya es el tema del día, opacando a la convulsa política francesa: “No va haber otro como él, y nosotros ya podemos decir que vimos a Nadal jugar”, explica Cécile mientras se fuma un cigarrillo. El camarero aprovecha para poner su punto político en la conversación, como no podía ser de otra manera en los tiempos que corren en Francia: “Todos merecemos una buena jubilación, ¿no?”.