Quiso revolucionar el once Calleja para dar oxígeno a sus muchachos, ya que acumularán cuando acabe la semana, y antes del parón por el turrón y tal y tal, tres partidos en siete días. Por rotar, para indignación de algunos ultras de corbata y chaleco de Scalpers, rotó hasta Aaarón Escandell, el tipo que está haciendo olvidar a Leo Román. Le tocó saltar a La Romareda, en obras por el Mundial que se avecina en 2030, a Braat. El galo se contagió de la pandemia que está asolando a porteros como Unai Simón y Christian Joel, la de la mano de plastilina a tiros blandos. En un soplido, el Oviedo se veía de regreso sin nada en los bolsillos. Con 2-0 se le ponían las cosas muy chungas a los azules, que aterrizaron en Zaragoza con el objetivo de acercarse aún más a los puestos de ascenso directo. Un chispazo de Chaira dio esperanzas.
Los de Víctor Fernández, que llevaban seis jornadas sin ganar, incluso tuvieron un penalti que fue lanzado de una manera que debería pasar a los manuales de qué hacer para dejar al rival con vida. Los de Calleja aprovecharon la cortesía maña, se pusieron las pilas y se rehicieron para empatar el partido cuando habían estado al borde del 3-1 en contra. El “fúrgol” no perdona a los que perdonan. Los azules tocaron a rebato y terminaron ganando el partido con una remontada que acaba, por el momento, con el debate de aquellos que le pedían una marcha más a los de Calleja fuera de casa.
Mientras, en la otra orilla del Potomac, la que está a 28 kilómetros, el objetivo es mejorar la imagen de los últimos partidos y volver a sumar sea como sea. Ya da igual la manera. Punto es punto, y el Sporting necesita de ellos. El rival no lo pondrá fácil, un Mirandés que sin duda es el equipo revelación de lo que se lleva disputado de campeonato. Volverá al equipo Rubén Yáñez tras cumplir su sanción, pero no estará Guille Rosas, uno de los mejores en los últimos meses. Pero nadie debería ser imprescindible y, visto lo visto, todo es posible, ¿oyisti, güey?
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